Anorexia: adolescentes bajo la lupa

Anorexia: adolescentes bajo la lupa

La anorexia es un trastorno de la conducta alimentaria (TAC), en el cual, por propia voluntad, la persona recurre a diversos métodos antinaturales para perder peso debilitándose y poniendo en riesgo su salud.

El trastorno no es solamente físico sino metal, ya que en todos los casos, hay una distorsión de la figura corporal, que hace que la persona se vea gorda aun cuando su peso se encuentre por debajo de lo recomendado.

Aunque las causas del desarrollo de la enfermedad pueden variar con cada persona, existen algunos factores comunes desencadenantes como:
• Haber realizado una dieta rigurosa.
• Ser hijo de padres obesos.
• Sucesos traumáticos (Separación o pérdida de alguno de los progenitores).

Las consecuencias de la anorexia sobre la salud más comunes son:
• Amenorrea (Ausencia de menstruación o trastornos menstruales por lo menos de 3 ciclos).
• Arritmias cardíacas.
• Presión arterial baja.
• Enfermedades digestivas.
• Trastornos renales.
• Debilidad o desnutrición por carencia de minerales y vitaminas.
• Aislamiento y depresión.

Las personas con anorexia pueden perder de un 15% a un 50% del peso corporal en los casos más críticos.

Así mismo, se ha demostrado que la edad habitual del primer episodio es la primera adolescencia (aproximadamente los 12 años), pero hay casos en los que comienza a los 9.

Si bien la enfermedad afecta mayoritariamente a las mujeres, en los últimos años se ha verificado la presencia e incremento en los varones.

Detección. La anorexia se da en alta proporción en adolescentes que son muy buenos alumnos, dedicados, de clases sociales media a alta. Los especialistas remarcan la importancia de diferenciar cuándo la persona no se alimenta por voluntad propia y cuándo lo hace por carencia de recursos para lograr una dieta saludable.

Uno de los comportamientos a observar es si aumentan obsesivamente las horas de estudio y actividad física. También si se producen cambios que tornen muy rígida la selección de alimentos.

Otra conducta común es la disminución en las comidas al punto de realizar ayunos frecuentes.

Normalmente, los adolescentes comienzan con la eliminación de los hidratos de carbono, ya que existe la falsa creencia de que son los alimentos que más engordan. Luego rechazan las grasas, las proteínas e incluso los líquidos, llegando a casos de deshidratación extrema.

Otro rasgo común es que suelen procurar que las comidas no coincidan con las del resto de la familia, evitando sentarse a la mesa con diversas excusas. Así, comen cada vez menos, contando calorías todo el tiempo.

Otro aspecto de atención es si se están mirando obsesivamente en el espejo y se quejan de alguna o de varias partes de su cuerpo. Constantemente se manifiestan disconformes con su peso.

En consecuencia, el círculo de amistades se va cerrando cada vez más. Hay aislamiento, tristeza, melancolía. Los jóvenes van adquiriendo actitudes extrañas, y cambios de carácter, se irritan con facilidad, y pasan en cuestión de segundos de la depresión a la euforia.

La pérdida de peso empieza a notarse y no existe una causa concreta que lo justifique. Como maniobra de distracción, suelen ofrecerse para realizar la comida para toda la familia, juegan con la comida, desmenuzan los alimentos, etc.

Cada vez que comen van al baño e inducen los vómitos. Muchos suelen ingerir diuréticos y laxantes. No duermen la cantidad de horas necesarias para el rendimiento, la concentración y bienestar y, por sobre todo, niegan estar enfermos.

Medidas preventivas.  Lo más importante es que los padres y todos aquellos encargados de la educación de chicos y adolescentes tengan conductas saludables respecto a la selección correcta de las comidas, cantidad y orden de las mismas, y se la transmitan a sus hijos.

En el caso de que se sospechen cambios en la conducta alimentaria, se debe investigar respecto a las comidas de los jóvenes, hablando con sus compañeros, amigos, educadores y otras personas cercanas.

Si los adolescentes tienen exceso de peso, es conveniente acompañarlos a un especialista para realizar tratamientos nutricionales saludables que contemplen todos los aspectos para el buen desarrollo y crecimiento.

Un buen plan nutricional debe contemplar de 5 a 6 comidas diarias, con variedad y equilibro, e incluye enseñar a la persona a alimentarse adecuadamente, no sólo para adelgazar, sino también para que sea consciente de que así prevendrá enfermedades.

Se debe incentivar a los adolescentes para que elijan comer cuando deben y no por aburrimiento u otros aspectos emocionales. Los jóvenes deben buscar otras fuentes de gratificación, relacionadas con el movimiento, el deporte o alguna actividad placentera que los conecte con el bienestar.

Es importante que respeten el descanso nocturno (no menos de 8 horas) y que eviten estar a altas horas de la noche con la computadora.

La adolescencia es una etapa de muchos cambios, por lo cual hay que prestar especial atención a que las transformaciones sean adecuadas a la edad, y acompañarlos a que ellos sientan que están creciendo y que en esa evolución siguen un aprendizaje que los lleva a cuidar y valorar su vida.

Fuente: Alicia Crocco – Licenciada en Nutrición
www.aliciacrocco.com

 

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