Reducir el consumo de sal

Reducir el consumo de sal

 

La presión alta es uno de los principales factores de riesgo cardiovascular. Se considera elevada cuando es igual o superior a 140/90 mmHg. Uno de los pilares del tratamiento es el cambio de hábitos: desde una alimentación saludable, reduciendo el consumo de los productos que más sal contienen (tales como embutidos), hasta actividad física regular.

“Disminuir el consumo de sal es, una condición innegociable para el tratamiento de la hipertensión arterial; y en personas que tienen alto riesgo de padecerla (con tendencia a la ‘presión alta’), puede significar la normalización de los valores sin necesidad de otro tratamiento”. Así lo afirmaron especialistas en el marco del 1er. Simposio Internacional de Hipertensión Arterial en Mendoza, organizado por la Universidad Nacional de Cuyo, y con el auspicio de la Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial (SAHA), entre otras entidades.

Numerosos estudios científicos han demostrado la relación directa que existe entre el consumo de sodio y el aumento de la presión arterial, un factor de riesgo cardiovascular. Felipe Inserra, médico nefrólogo y presidente de la SAHA, explicó que “algunos pacientes, en especial aquellos que tienen presión más cercana a la normalidad –lo que se denomina presión limítrofe, y que se da en los valores de 130-139 y/o 85-89 mmHg–, simplemente con cambios del estilo de vida pueden lograr que la presión arterial descienda, e inclusive algunos llegan a valores de normalidad”.

“Estrategias eficientes y sencillas”

De acuerdo al especialista de SAHA, “se trata de incorporar estrategias eficientes y sencillas de aplicar, tales como llevar una alimentación saludable, que incluya más frutas y verduras, reducir el uso de sal al cocinar o en la mesa, evitar los embutidos y hacer actividad física en forma regular, empezando con caminatas progresivas hasta llegar a 30 ó 50 minutos de 4 a 6 veces por semana, y un plan para bajar de peso, en el caso de que el paciente lo requiera”.

También es importante dejar de fumar y moderar la ingesta de alcohol, sostiene Inserra, “pero en lugar de eso, muchas veces las personas adoptan medidas irrelevantes, como puede ser restringir el sodio del agua, o ineficientes, como comer un paquete gigante de papas fritas bajas en sodio, que en definitiva le aportará más sodio que una porción de papas fritas regular, además de aportarle calorías. Luego habrá que evaluar la evolución de cada caso para establecer si es necesario un tratamiento farmacológico”.

Demasiada sal

Según datos del Ministerio de Salud de la Nación, el consumo diario promedio es de 12 gramos en hombres y 11 gramos en mujeres, cuando la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es que la ingesta no debe superar los 5 gramos de sal por día. Es decir que estamos comiendo más del doble de lo recomendado por OMS y las comunidades de profesionales de la salud y sociedades científicas”, advirtió Inserra.

En este sentido, cabe recordar que “el sodio que ingresa al organismo a través de la dieta proviene de dos fuentes: cerca de un 30 por ciento de la sal que se agrega durante la cocción y la que el mismo comensal agrega sobre su plato al comer (sal visible), en tanto que más del 60 por ciento proviene de la manufactura de los alimentos procesados que se suma a la sal que naturalmente contienen los alimentos (sal invisible)”, según comentó el especialista. El mayor aporte de sodio proviene de panificados, embutidos y carnes, en tanto que el aportado por otros alimentos, como frutas, verduras, agua y bebidas (excepto las deportivas), es insignificante.

El manejo de la hipertensión

Por su parte, Pablo Rodríguez, jefe de la Sección Hipertensión Arterial del Sanatorio “Dr. Julio Méndez” y médico a cargo de la Comisión de Prensa y Difusión de la SAHA, indicó que “adoptar conductas como realizar ejercicio físico regular, mantener un peso adecuado mediante una dieta saludable y restringir el consumo de sal, puede resultar beneficioso retrasando el comienzo de la enfermedad hipertensiva, sobre todo en personas con antecedentes familiares de hipertensión, en quienes es más posible que la enfermedad se desarrolle en algún momento de su vida”.

El médico detalló que “una dieta sana es uno de los pilares del tratamiento antihipertensivo”, y que “reducir la ingesta de alcohol, limitar el uso de sal y aumentar las frutas y verduras son elementos fundamentales”. En esto se basan diferentes que han resultado efectivas para reducir la presión arterial, como la dieta DASH o la Mediterránea, aunque, según sostuvo el especialista, “el cumplimiento de estos puntos puede resultar suficiente”.

El diagnóstico sólo es posible mediante el registro de la presión arterial: “En personas sin antecedentes familiares de hipertensión se debería registrar la presión arterial al menos una vez al año desde los 18 años. Esta frecuencia debería ser mayor en aquellos con antecedentes familiares de esta enfermedad”, consignó Rodríguez.

Los “sí” y los “no”

Alimentos que se caracterizan, respectivamente por su alto contenido de sodio (desrecomendados para las personas con hipertensión arterial) y aquellos con bajo contenidode este mineral.

  • Con alto contenido de sodio: Panificados y harinas (pan, tapas de tarta, empanadas, harinas leudantes y polvo de hornear). Fiambres (jamón cocido, jamón crudo, salame, bondiola, mortadela, panceta). Embutidos (salchichas, salchichón, morcillla, chorizo, longaniza, salamín). Encurtidos (aceitunas, cebollines, zanahorias, pepinos). Salsas listas para usar / enlatados salados. Quesos. Snacks (papas fritas, chizitos, palitos salados, maní salado). Aderezos (mayonesas, mostazas, salsa barbacoa, ketchup). Caldos en cubo, sopas instantáneas en polvo, polvos para saborizar). Manteca, margarinas.
  • Con bajo contenido de sodio: Bebidas: Jugos de fruta naturales, aguas (comercializadas en Argentina o provenientes de red), infusiones (mate, té, café). Cereales (trigo, avena cebada, centeno) y legumbres (porotos lentejas, garbanzos, soja, arvejas secas). Panificados sin sal, harinas, sémolas, pasta y arroz. Hortalizas frescas (papas, espárragos, nabo, champiñones, cebollas, endivias, lechugas, tomate, etc.). Frutas frescas y congeladas. Aceite, azúcar, mermeladas y dulces.

 

Fuente: Castropol

Larisa Londero

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